16 abr 2008

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Bordeando lentamente la orilla del mar, recorre todo el perímetro de la isla. Vuelve
a leer el texto impreso en la arena una y otra vez; y con cada vuelta lo relee como
si fuera la primera vez que lo hace; y cada vez que lo hace encuentra en esas
palabras la única esperanza que le queda.

La luna comienza a divizarse y el sol a diluirse en el horizonte, ahora debe esforzar
mucho más su vista para leer aquella oración; la arena y el viento provenientes
del mar arden en sus ojos y queman su retina. El cansancio de la caminata y la
locura producida por la inmensa soledad hacen que ya sea una tarea demasiado
ardua encontrarle sentido al conjunto de letras agolpadas que aparentan un
enunciado.

Ya la oscuridad se apodera de todo el paisaje; han desaparecido todos los rastros
hasta ese momento existentes de luz; sin embargo sigue recorriendo de manera
enfermizamente prolija y circular toda la isla sin olvidar ningún fragmento y sin
voltear nunca, jamás, su vista hacia atrás. La debilidad es la nueva protagonista,
y es agobiante su presencia.

En la orilla las olas se desvanecen enjuagando el cuerpo inmovil del hombre que
es descubierto al amanecer. Junto a él se lee la frase: " No te detengas o no me
alcanzarás". El hombre durante su solitaria estadia se dedicó a cumplir la consigna
que lo llenaba de intriga y a la vez colmaba de sentido sus días, pero nunca se
imaginó que la autora de aquellas esperanzadoras palabras había sido su propia muerte.