4 ene 2009

viceversa.




un cuentoquete cuento.














Se miran, se enredan, se retuercen enroscándose hasta sacarse todo el jugo, hasta la última gota, quedándose en pupilas desnudas y secas.
Ella se rinde primero, bajando antes que él ese nexo que son los ojos, va contra su moral chapada a antigua provocar la inminente guerra.
Pero igual se tocan, se rozan, nada impide que el sudor de a poco comience a propagarse por cada poro de la piel joven y casi fundida de los dos, que por momentos son uno, esa única piel que refleja el sol que aún no se consume y logra filtrarse entre los escasos recovecos libres; agujeros pequeños recordando que aún no se ha muerto el día.
Él se deja llevar, sus pensamientos navegan por el cauce del perfume dulce que irradia su contrincante y se imagina, durante ese viaje casi náutico, cómo sería esa misma situación en otro contexto quizás más almidonado y musical, que los encontrara más relajados, sin pensar en el tiempo consumiéndose, derritiéndose, entre los dedos de esas agujas apuntando a números romanos.
Entre las opciones barajadas la elegida es el silencio, sepultando cualquier tipo de posibilidad latente, la galaxia de sensaciones inmovilizadas en el aire estático de ese denso ambiente que los encuentra una vez más oprimiéndose en un sólo latido dispar, como una nube no tan gris sobre sus cabezas juntas.
Un par de labios ofreciéndose como fruta fresca en una tarde de verano, una cintura femenina aprisionada, y la espalda de él protegiéndola. Mientras tanto un paisaje que no para de cambiar, que no se detiene.
Inconcientes, los pasajeros de nuestra historia, dejan pasar los minutos y los metros, como paralizados, sin saber que dentro de exactos diecisiete minutos, se dispararán por última vez un gesto, una caricia, un suspiro de ese amor inventado en donde uno es el uno del otro, sin nombre, y viceversa.
- Bajas?
Ella, contestará negativamente con su cabeza, y esa será la primera y última vez que escuchará salir una palabra de la boca del amor de su vida.