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Compra todos los días mandarinas en la esquina de la oficina en la que trabaja, las guarda cuidadosamente en su mochila, sin olvidar envolverlas previamente con el papel del diario que le regalan en el subte a la mañana cuando todavía no se termina de despabilar y va escuchando música, entre dormido, en su mundo de videoclip lento.
El perfume trata de escaparse por las costuras y los dientes del cierre metálico.
Pero pocas veces lo logra.
Ya entrada la tarde a la hora en que el cielo comienza a teñirse de colores anaranjados y rojizos, llegará a su casa, se dirigirá en su balcón de azaleas y jazmines recién nacidos, y pelara todas las mandarinas desparramando las cáscaras frescas a su alrededor.
Para sentarse en su sillón de mimbre y almohadón verde a sentir la mezcla de perfumes, durante la media hora que religiosamente le dedica.
Y aunque casi nadie conozca el ritual, casi todos aseguran que no la olvido.
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4 comentarios:
Como siempre: sublime.
Hice un comentario parecido en mi bitácora pos moderna, Ceci, respecto a mi tío Quique, quien
se fue a tocar el arpa vestido en cómodas túnicas blancas según la fe católica hace ya más de 2 años...
Algunos familiares se van pero nos dejan como obsequio final sus costumbres y sus hábitos, que nosotros nos encargamos de reproducir, felizmente, para mantener viva su memoria...
Al menos, yo lo veo y me gusta verlo así...
Recordarlos y tratar de vivir cada día más intensamente la vida...
un Besotón !
Hermoso, realmente logro transportarme. Gracias por la visita, ya sos parte de mis "universos paralelos", saludos
querida...muy Interesante la micro atmósfera de "fragmentos", de tus facetas, mi predilecta,ja, besos...
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